Debido a una reunión en la Comisión Europea para la revisión de un proyecto de investigación europeo en el que trabajé (SMEPP), tuve la oportunidad de visitar, aunque brevemente, Bruselas, en Bélgica.

Me alojé en un hotel situado en el distrito financiero de Bruselas. Su ubicación era bastante buena, ya que estaba cerca de la estación Gare du Nord y a un agradable paseo del centro histórico y de la Grand Place.

Un vistazo a la vida en Bruselas

Durante esta visita y la reunión, que tuvo lugar en las oficinas de la Comisión Europea, pude observar el estilo de vida de Bruselas. Como en la mayoría de los países de Europa Central, la hora del almuerzo es a las 12, y es muy común que la gente coma un sándwich con ensalada o sopa, muchas veces disfrutándolo en el parque más cercano si hace buen tiempo.

Una experiencia enriquecedora a nivel profesional

Desde el punto de vista profesional, asistir a una de las revisiones del proyecto en las oficinas de la Comisión Europea fue una experiencia increíble. Me hizo sentir que estaba trabajando en algo realmente importante a nivel europeo. Para mí, incluso un detalle tan simple como llevar la acreditación temporal para acceder al recinto fue emocionante en sí mismo.

A lo largo del proyecto, aprendí mucho sobre el proceso de desarrollo y las evaluaciones periódicas de la Comisión, lo que sin duda me ayudó a crecer como ingeniero.

Descubriendo la capital europea

A nivel personal, este viaje me dio la oportunidad de visitar la capital de Europa. Aunque la visita fue breve, logré ver algunos de los lugares imprescindibles, incluso con el poco tiempo disponible.

No podía faltar la Grand Place, un lugar icónico de la ciudad que no necesita presentación. Mires donde mires dentro de la plaza, encontrarás monumentos históricos impresionantes. Como era de esperar, durante mi visita la plaza estaba llena de gente: locales que iban y venían del trabajo, turistas como yo explorando la zona y, por supuesto, cámaras de fotos por todas partes.

Un paseo por el corazón de Bruselas

Una vez en el centro, es fácil perderse en las calles cercanas a la Grand Place mientras se busca el famoso Manneken Pis. Afortunadamente, hay señales en las calles aledañas que facilitan su localización.

Durante mi búsqueda, me encontré con numerosas tiendas de productos típicos belgas, como gofres y, por supuesto, el famosísimo chocolate belga. Desde las marcas más exclusivas, como Godiva, hasta pequeñas tiendas de barrio que ofrecían probar sus fuentes de chocolate, la oferta era irresistible.

Después de un agradable paseo por el centro, y tras degustar unos bombones deliciosos y hacer algunas compras, finalmente encontré el famoso Manneken Pis.

En esta ocasión, la estatua del niño estaba al natural, sin ningún disfraz. Por lo visto, es una tradición vestirlo con distintos trajes típicos para celebrar eventos locales. Me costó un poco, pero conseguí sacar una foto sin que apareciera ninguna cabeza de turista en el encuadre.

Descubrimientos inesperados

Mientras caminaba por el centro, me topé con una estatua de bronce de Cristo. En ese momento no tenía idea de qué era, pero al investigarlo después descubrí que se trataba del Cristo de Everard Serclaes. Junto a la estatua, había un flujo constante de turistas tomándose fotos y tocándole el brazo, ya que al parecer trae buena suerte.

Seguí caminando hasta llegar a unos jardines, cuyo nombre desconocía en ese momento (el problema de no llevar una guía de viaje), pero que más tarde descubrí que eran los jardines Mont des Arts. Es un sitio muy recomendable, no solo por su belleza, sino también por las impresionantes vistas panorámicas de la ciudad.

Despedida con una tradición belga

No podía marcharme de Bruselas sin probar una cerveza local, así que de camino al hotel me detuve en una terraza y disfruté de una Duvel, mientras veía los últimos rayos de sol desaparecer.

Un motivo para volver

Como puedes ver, me quedaron muchos lugares por visitar en Bruselas. Pero con el tiempo limitado que tenía antes de mi regreso, logré conocer bastante. Eso sí, ahora tengo una excelente razón para volver algún día y visitar el Atomium, entre muchos otros sitios que quedaron pendientes.

Recomiendo mucho visitar Bruselas. Es una ciudad espectacular y, además, su excelente ubicación la convierte en un punto estratégico para conocer otras ciudades europeas impresionantes, como Brujas, Gante, Amberes y Lieja, que están a muy poca distancia.